Lo sabe un chico de cuatro años, de salita celeste, que ni siquiera sabe hablar correctamente. Lo sabe un chico de seis años, que ni siquiera sabe escribir. Lo sabe un chico de doce años, que desconoce todas las materias que le deparará el secundario. Lo sabe un adolescente de diecisiete años, aunque sea la edad de las confusiones, la edad en la que nada se sabe con certeza. Lo saben sus padres. Lo saben sus abuelos. Lo sabe el tutor o encargado. Lo saben los que no tienen estudios completos. Lo sabe el repetidor. Lo sabe el de mala conducta. Lo sabe el que falta siempre. Lo sabe el rateado. Lo sabe el bochado. Lo sabe hasta un analfabeto. No se le pega a un maestro. No se le puede pegar a un maestro. A los maestros no se les pega. Lo sabe un chico de cuatro años, de seis, de doce, de diecisiete, lo saben los repetidores, los de mala conducta, los analfabetos, los bochados, sus padres, sus abuelos, cualquiera lo sabe, pero no lo saben algunos gobernadores. Son unos burros. No saben lo